jueves, 10 de abril de 2014

Seño sin voz. ¿Micro-relato o medio relatando?



Lluch, Josep y Ginesta, Montserrat (1998). Papá sin voz.

Editorial La Galera. Colección La sirena.


La seño llegó a clase con un hilo de voz. "¿Estás afónica?," le preguntó una alumna. "Claro que no. Cuando se está afónico no se puede hablar. No te sale ni una palabra," dijo un alumno. "Es verdad. Esto es lo que le pasó al papá del cuento que leímos hace unas semanas," "Sí, sí, me acuerdo", "Ah, sí!," comentaron entre todos.
Efectivamente, tiempo atrás aquel grupo de alumnas y alumnos había leído en el aula de apoyo la historia de un papá que perdió la voz mientras estaba cantando, de modo que él y su hijo salieron a buscarla por distintos lugares hasta que, por fin, dieron con ella. De este modo, el papá pudo recuperar su voz y el breve cuento concluyó felizmente.
"Bueno, pues si este era Papá sin voz, yo sería..." ¡Seño sin voz!," exclamó el grupo al unísono. "Es verdad que casi no puedo hablar. ¿Qué os parece si habláis vosotros y me contáis esta nueva historia? ¡Seño sin voz es un buen título! Seguro que sale un buen cuento," les animó la maestra. "¡Oh, sí! ¡Vamos a inventarnos una historia!," respondieron de buena gana.
Y de este modo todos se pusieron manos a la obra para poder crear un nuevo libro para la biblioteca del aula. Para eso, primero releyeron la historia original, revisaron el texto con cuidado y se pusieron de acuerdo en qué partes podrían cambiar, sustituyendo al personaje principal por el de su señorita y los espacios recorridos en el cuento por otros de su escuela. Luego, se distribuyeron las páginas, de modo que pareja de estudiantes sería responsable del párrafo y de la ilustración correspondiente a una parte de la secuencia. A algunos les resultó difícil eso de dibujar, así que pensaron en grupo qué debía aparecer en aquellas imágenes y cómo debían parecer los personajes que salieran en ellas.
El resultado final fue precioso, así que bajaron a la biblioteca para que su encargado los ayudara a escanear los dibujos ya coloreados, a sacar algunos ejemplares más por la impresora y a encuadernar la flamante publicación.
Cada cual mostró el cuento en sus grupos de referencia y se lo llevó a casa para enseñárselo a sus familiares. ¡Qué orgullo verse en el listado de autores e ilustradores!
Sin duda, Seño sin voz también ocuparía un lugar privilegiado en la biblioteca de recuerdos de aquella maestrita.

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